Probióticos y prebióticos: reequilibra la flora intestinal
Publicado en04/11/2013
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Los probióticos son preparados o productos que contienen microorganismos vivos, que equilibran la microflora del tracto digestivo, provocando efectos beneficiosos para la salud. El consumo de probióticos puede reequilibrar la flora intestinal deteriorada por factores como el tipo de dieta, determinada medicación, infecciones, envejecimiento o estrés. Entre los beneficios de los probióticos, cabe destacar:
- Desempeñan un importante papel en el proceso digestivo. Los probióticos reducen las tasas de colesterol y mejoran la intolerancia a la lactosa. También tienen efectos beneficios en el metabolismo mineral, puesto que disminuyen el contenido de ácido fítico (presente en la mayoría de legumbres, cereales integrales y semillas) que dificulta la absorción de hierro, zinc y otros minerales. Los probióticos reducen las tasas de colesterol. Además, descomponen gran parte de los hidratos de carbono de las leguminosas, evitando la fermentación en el intestino grueso y por tanto la formación de gases.
- Regulan el tránsito intestinal.
- Intervienen en la síntesis de la vitamina K y B12.
- Protegen el tracto digestivo. Los probióticos constituyen una barrera natural contra las infecciones, ya que producen sustancias que inhiben el desarrollo de bacterias patógenas. Reducen las infecciones por Helicobacter pylori, causante de úlceras. Alivian las infecciones vaginales, como la candidiasis vaginal. Los probióticos también mejoran la evolución del herpes simple.
- Estimulan la inmunidad de las células intestinales.
- Reducen los síntomas alérgicos.
- Equilibrar la flora intestinal.
- Reducir la frecuencia y la duración de la diarrea asociada al uso de antibióticos, infección por rotavirus o quimioterapia.
- Aliviar el síndrome de colon irritable.
- Estados de estrés que debilitan el sistema inmunitario.
- Estados de malnutrición.
- Problemas digestivos: flatulencia, acidez de estómago, úlceras, alteraciones intestinales (estreñimiento, diarrea) y aerofagia.
- Infecciones microbianas: aftas bucales, cistitis, vaginitis y candidiasis.
- Alergias.
- Intolerancias alimentarias.
- Intoxicaciones.
- Halitosis.
- Convalecencias: después de enfermedades infecciosas y tratamientos con antibióticos.
- Fatiga muscular o nerviosa.
- Apatía.
- Hemorroides.
- Enfermedades cutáneas, acné, piel áspera o seca.
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